Un azar premonitorio permitió que participara en esta prueba, que se organiza por primera vez en la Playa de la Albufereta, de la ciudad de Alicante.
El pasado 18 de diciembre, la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Alicante organizó la tradicional Travesía de Navidad, que se desarrolla en la Playa del Postiguet, turística playa urbana de la ciudad y que es a la vez la postal típica de la misma.
Desgraciadamente, la citada Travesía hubo de ser suspendida a última hora, dado el importante temporal de mar que hubo por esas fechas. Mi gozo en un pozo. Y una premonición de lo que me iba a encontrar después.
Posteriormente, la Concejalía nos dio oportunidad a los que no pudimos participar en aquella Travesía, de quedar inscritos gratuitamente en ésta, que se organizaba por primera vez. Supongo que el interés, muy lícito por cierto, de los responsables era el de promocionar una prueba que echaba a andar y que, al disputarse en tan tempranas fechas, era previsible que no tuviera una participación explosiva. Como efectivamente así ocurrió.
Y aproveché la oferta, porque era la oportunidad de competir en la playa donde yo hice mis primeros pinitos OWS y en la que he nadado posteriormente docenas de veces, pese a que no es de mis favoritas, por lo turbia que está habitualmente el agua. Aunque también he de decir en su defensa que es extremadamente raro que haya medusas en ella. Todo suma....
Esquema con los recorridos de las pruebas |
La prueba consistía en realidad en dos Travesías, una de 2.000 metros y otra de 4.000 metros, con Salida y Meta en la citada playa de la Albufereta. Ambos recorridos discurrían paralelos a la costa, teniendo la primera Travesía la boya de giro a la altura del Edificio Rocafel y la segunda un poco antes del espigón del Club de Regatas. Os recomiendo que echéis un vistazo al recorrido teórico, que veis en la imagen, porque os resultará de utilidad para lo que relato a continuación.
Pese a los importantes esfuerzos publicitarios de los responsables de la prueba, la asistencia no fue excesiva, unos 90 nadadores para la prueba corta y unos 140 para la larga. Y las circunstancias que acompañaron su posterior desarrollo tampoco ayudan a que se convierta en un referente importante en la zona en cuanto a participación.
No obstante, yo casi que las prefiero así, porque ya huyo de las travesías masificadas en que se han convertido algunas convocatorias y en las que, pese a "lo grande que es el mar", no hay manera de nadar en condiciones, porque la sobreabundancia de nadadores hace que todo sean patadas, codazos, manotazos, etc., lo cual lo hace muy incómodo a los que sólo vamos a disfrutar el rato de competición.
El pronóstico desde varios días antes de la prueba era de Levante moderado. "Bueno, pensé, la Albufera está muy protegida del viento de Levante por el Cabo de las Huertas, o sea que, al menos la primera parte no habrá problemas...¡Ja! ¡Los cojones!"
La Playa de la Albufereta el día de la prueba, antes de montar el arco de Salida/Meta |
La organización había colgado a primera hora en Facebook la foto que veis más arriba, donde parecía que la playa era una plácida laguna de calmadas aguas. "Parece que la cosa puede ir bien", pensé.
Pero ya cuando iba en el TRAM -que discurre paralelo a la costa y al circuíto que íbamos a nadar- pude comprobar que mis suposiciones habían pecado de optimistas. Había un mar de fondo -fruto de los varios días consecutivos en que estaba soplando el viento de Levante-, que no me gustaba nada.
Llegada al punto de salida, recogida del gorro y el silbato que nos dieron, y empezamos con los preparativos: neopreno, vaselina, gorro, chip, gafas, pulsómetro y, en mi caso, mi boya, mi inseparable boya, con la que nado siempre, no sólo como elemento señalizador -que en este caso era innecesario-, sino también porque me aporta una gran seguridad ante cualquier incidente.
Recuerdo cuando hace tres años fui uno de los primeros en nadar con boya, que la gente se burlaba de mí, porque la veía totalmente accesoria. Afortunadamente -al igual que ocurrió en su tiempo con el casco en las motos, que hoy vemos normalizado, pero hace años era algo exótico-, el tiempo me ha acabado dando la razón y, hoy día, una gran mayoría de nadadores entrenan ya con boya. Incluso en determinadas travesías de larga distancia, la boya es imprescindible. Vamos avanzando poco a poco.....
A las 10h. dieron la salida al primer grupo de la Travesía corta y, apenas unos minutos después, nos avisan por megafonía a los de la Travesía larga para que nos vayamos situando bajo el arco de Salida.... El mar, desde la orilla, se veía con importantes olas, típicas del mar de fondo, pero nada preocupante. Aunque he de decir que la Albufereta es una playa traidora, porque lo que luego te encuentras dentro no tiene nada que ver con lo que se ve desde la orilla. Esta vez no iba a ser la excepción.
Momentos antes del inicio de la Travesía. Calentamiento de los participantes |
La gente que estaba calentando, salía del agua para situarse bajo el arco de Salida, puesto que debíamos pasar con el chip que llevábamos en el tobillo para que quedara registrada nuestra salida en su momento. Nos dieron las indicaciones (por cierto erróneas en cuanto al número de boyas, lo cual me despistó bastante luego mientras nadaba).
Yo, mientras, miraba en la distancia el "bamboleo" que tenían las grandes boyas y las motos de agua que ya estaban adentro, esperando nuestra salida. Y ya estaba con la mosca detrás de la oreja, la verdad....
Salida de la prueba de 4.000 metros. Algunos de nosotros llevábamos boya |
Y por fin suena el claxon de salida. Como conozco esta playa como la palma de mi mano, sé que es traicionera porque, aunque parece de arena fina, de vez en cuando aparece una mega roca en el fondo que, dada la turbidez del agua, no se ve, y te puede provocar un buen susto, cuando no que te dejes un dedo del pie por el camino.
Entonces, resulta mucho más prudente entrar poco a poco, tanteando bien el suelo que pisas, antes de decidirte a dar brazadas. Entrar corriendo a nadar en esta playa es sumamente arriesgado por lo antes comentado.
Fiel a mi costumbre, entré al agua de los últimos |
Y así lo hice efectivamente, por más que esta prudencia a la hora de entrar en el agua me supusiera posteriormente una "penalización" de unos minutos entre el tiempo oficial que marcaba el chip y el que realmente marcó mi pulsómetro, puesto que yo no puse éste en marcha hasta que no empecé a nadar realmente.
Nada más empezar a bracear camino de la primera boya de giro, detecté que aquello no iba a ser un "paseo militar", sino algo más complicado que eso. Por fin llegué a la boya de giro, situada tremendamente lejos de la orilla para mi gusto (calculo que al menos a 500 metros), lo cual propiciaba que el vaivén constante de las olas pareciera mucho más importante, dado que la profundidad en esa zona era bastante notable.
Realmente no entendía por qué situaron las boyas tan alejadas de la línea de costa, puesto que a lo largo del circuíto no existe playa, es todo zona de acantilado, y las posibilidades de tropezar con un bañista son inexistentes. A la vez, nadar tan alejado de la orilla, con una mar tan picada, da una gran inseguridad. Otra cosa que yo corregiría para próximas ediciones de esta prueba.
Y, una vez rebasada dicha boya, me enfrenté de lleno a la Travesía en sí. Nos habían dicho que había 3 boyas rojas y, a continuación una amarilla grande, que marcaría los primeros 1.000 metros y sería a la vez el punto de giro para los de la Travesía corta. Desde el punto en que estaba no conseguí ver donde estaba la siguiente boya, la 2ª, tal era el tamaño de las olas que nos subían y nos bajaban. "Bueno, pues vamos a nadar paralelo a la costa y ya veremos...."
Por fín llega la 2ª boya roja; aquello me pareció una eternidad. Yo tengo el hándicap de que mis principios son siempre muy dificultosos, hasta que consigo eliminar los nervios de la salida y "coger mi ritmo". En circunstancias normales esto suele pasar en los primeros 500 metros, pero en esta ocasión me costó bastante más.
Por supuesto, desde esta 2ª boya era imposible ver la 3ª, o sea que, de nuevo, nadando a ciegas, en sentido figurado. Como los vaivenes eran tan notables, era materialmente imposible mantener una trayectoria más o menos rectilínea, hasta para mí, que me suelo orientar de maravilla en el mar. Uffff.....¡vaya marrón!
La consecuencia era que los nadadores que volvían ya de la Travesía corta se atravesaban en nuestro camino, y nosotros en el suyo, con lo cual tenías que ir con gran cuidado con no darte un "cabezazo" con alguien que volvía tan a ciegas y tan despistado como tú. De hecho, yo choqué varias veces con algunos de ellos, afortunadamente sin consecuencias.
Por fin se ve la 3ª boya roja que, curiosamente, estaba junto a la amarilla grande ¿¿¿???. "No entiendo nada, pensé". Pero lo mejor fue que, cuando rebasé la citada boya amarilla miré el pulsómetro con GPS que llevo y marcaba ¡1.300 metros!. ¡Qué lío, por Dios!
El desbarajuste en las boyas y su ubicación crearía un gran desconcierto, aparte de quejas posteriores por parte de los nadadores.
Había hecho 1.300 metros, apenas 25 minutos transcurridos, pero aquello se me estaba haciendo eterno. Afortunadamente, había superado la ansiedad y los nervios y me dediqué a pensar en "sobrevivir", porque pensar en disfrutar en esas condiciones no era fácil, al menos para mí.
Vamos a por la siguiente boya roja. Ya había perdido la cuenta con el lío que llevaba, entre lo que nos habían dicho en la orilla y lo que estaba viendo en realidad. En éstas que veo a una moto de agua, circulando a toda pastilla y con una boya roja encima; resulta que el oleaje había roto el anclaje de una de las boyas, y ésta se iba volando mar adentro. "Pues ya es lo que nos faltaba, ahora sin boyas", pensé. Y no fue baladí mi pensamiento, porque el viento acabó arrastrando varias boyas y el final de la Travesía y la llegada a Meta fue algo caótico por esta circunstancia....
Afortunadamente, a lo lejos, se veía el espigón del Club de Regatas que era donde, en teoría, habían colocado la 2ª boya amarilla, y donde debíamos de girar para volver al punto de Salida. Y hacía allí me encaminé. Finalmente comencé a divisar la citada boya y pensé: "bueno, ya parece que vamos avanzando". Mientras, ya había cogido mi ritmo de nado y comprobé que no iba demasiado mal en cuanto a velocidad, lo que pasa es que, a base de tragar tanta agua, aquello parecía no tener fin.
Llegada a la 2ª boya amarilla que, ésta sí, marcaba exactamente los 2.000 metros. El ritmo (2'02"/100m.) no estaba mal. No era para ir a las Olimpiadas, pero tampoco para que te silbaran al salir del agua....je,je,je.
Tocaba volver al punto de partida. Ya estaba mentalmente más tranquilo, había cogido mi ritmo de braceo y, viendo que la velocidad no era mala, decidí intentar disfrutar un poco del tema, pese a que ahora tocaba nadar con el mar de contra y, por lo tanto, era bastante más complicado avanzar.
Mientras tanto, las boyas habían literalmente desaparecido del horizonte, barridas por el viento, por lo que tocaba utilizar la brújula mental para volver a tierra.
Y no me fue mal del todo el regreso. Conseguí abstraerme de la mala mar, e ir dando una brazada tras otra, hasta que avisté el arco de Meta y hacia allí me encaminé.
Nos habían dicho que habría una última boya de giro, justo enfrente de la Meta, que deberíamos dejar a la izquierda, antes de encaminarnos hasta la orilla. Pero ésta también había sido barrida por el viento, por lo que, desconcertado, cogí el camino más corto para salir.
El caso es que, una vez fuera del agua, cuando miraba hacia el mar, me parecía increíble la "aventura" vivida al ver una mar tan aparentemente plácida como se puede ver en las fotos. Pero ya se sabe que en la natación OWS lo peor no son las pequeñas olas que rizan el mar y le dan un aspecto complicado, sino las olas grandes de mar de fondo -que no se divisan desde la orilla-, que suelen ir asociadas a corrientes y que son las que deciden si puedes avanzar nadando o no.
Bueno, al final la cosa no había ido tan mal y, como me decía una amiga mía, "es que sales hasta peinado del agua"...je,je,je.
Para mi sorpresa, luego vi que la Concejalía de Deportes había escogido la foto de mi entrada en Meta como "portada" del reportaje de fotos de la Travesía....je,je,je.
Para mi sorpresa, luego vi que la Concejalía de Deportes había escogido la foto de mi entrada en Meta como "portada" del reportaje de fotos de la Travesía....je,je,je.
Aunque aún me quedaba alguna pequeña sorpresa desagradable que pasar: cuando llegué al avituallamiento resulta que "no quedaba nada". ¡Caramba! ¿Nada? ¿Ni agua?. Pues sí señores, no quedaba absolutamente nada..... ¡¡Sin comentarios!!
O sea que, después de estar casi hora y media peleándome con el mar, me tocó ir a pedir a los amigos que me dieran un trago de su bebida, porque yo tenía la boca "como un bacalao" de tanta agua salada como había tragado.
Realmente, estos detalles son los que definen realmente las Travesías y, en mi experiencia, las organizadas por la Concejalía de Deportes de Alicante (y ya he nadado unas cuantas) van tan cortas de medios que pasan cosas como éstas.
Y no es que se les hubiera desbordado precisamente la participación, no. Es, simplemente, que hacen los cálculos de avituallamiento tan sumamente ajustados que luego pasa esto. Y que mosquea, la verdad, porque estás desfallecido por el esfuerzo, y es que no tienes ni un vaso de agua que llevarte a los labios.
Entrega de premios categoría Máster D. Bastante desangelada, la verdad |
Finalmente quedé el 3º de mi categoría, Master D, y me dieron esta mini copa que veis en la imagen. Pero, una vez más, lo ajustado de los medios materiales hizo que la entrega de trofeos se haga en medio de la arena y de una forma bastante desangelada. Sin un pequeño podio, un estrado o algo que distinga y le dé un poco de caché a la entrega; vamos que no había ni una triste pancarta de fondo, solamente una valla metálica azul y una mujer con pantalón pirata y chanclas dándote la copa... Bastante cutre, la verdad.
Como contrapartida, tengo que decir que la seguridad de la Travesía estuvo bastante bien atendida en todo momento; cada vez que me paraba en el agua, fuera por la circunstancia que fuera, se me acercaba un kayac o una moto de agua a preguntarme si necesitaba algo. Y la seguridad, algo desgraciadamente tan descuidado en muchas travesías, sí que es realmente importante para mí.
Otra cosa que no me gustó demasiado fueron "la prisas" de los organizadores por desmontar el tinglado una vez llegados los nadadores a Meta, como si estuviéramos estorbando. Yo no llegué de los últimos, ni mucho menos, pero apenas me dio tiempo a vestirme para que me dieran la copa e, inmediatamente después, todo fueron prisas y carreras por desmontar aquello, como si molestáramos. Total, que a las 12,30 de la mañana la playa estaba como si nada hubiera ocurrido, mientras que unos pocos grupos de nadadores nos quedábamos de tertulia un ratito más.
Uno de los principales alicientes de todas estas pruebas es, precisamente, poder ver a gente que hace tiempo que no ves y, una vez acabada la prueba, quedarse un rato comentando incidencias y anécdotas de la misma.
En este caso, entre el avituallamiento estilo "supermercado venezolano" y las prisas por desmontar el tinglado, no dio tiempo a hacer nada de esto.¡Ale, todos para casa!
Una pena. Así no se hace grande una Travesía, por mucho que la inscripción sea barata. Los pequeños detalles es lo que te hace recordar con agrado una prueba y tener interés en repetir.
Y nada más. Espero que os haya gustado.
Nos vemos en el agua!!
José María Galera
OWS Alicante