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El pasado día 19 de Junio tuvo lugar la VI Travesía Valle de Iruelas, organizada por el C. N. Máster Torrijos (Toledo), al frente del cual se encuentra como entrenador el gran Alberto Pérez Díaz.
Para mí resultaba una Travesía absolutamente novedosa, en primer lugar por tratarse de una prueba a disputar en agua dulce -circunstancia ésta poco habitual para los que vivimos junto al Mediterráneo- y, en segundo lugar, porque se disputaba en el Pantano del Burgillo, situado en un lugar bastante recóndito y de no fácil acceso de la provincia de Ávila.
Pero me lo tomé como un reto nuevo y también como una forma de "ampliar horizontes deportivos" y empezar a "salir de mi zona de confort" natatoria, que se situaba en el Mediterráneo, hasta ahora...
También me llamaba bastante la atención que la Travesía la organizara un Club de Toledo, cuando la prueba se disputaba en Ávila.
Luego pude saber que éste es el punto de entrenamiento habitual de los nadadores Máster del C.N.Torrijos, cuando quieren entrenar distancias largas por estar preparando alguna travesía importante en el Mediterráneo.
Luego pude saber que éste es el punto de entrenamiento habitual de los nadadores Máster del C.N.Torrijos, cuando quieren entrenar distancias largas por estar preparando alguna travesía importante en el Mediterráneo.
Previamente, unas semanas antes, tuve el placer de conocer en una Travesía en Alicante a Alberto Pérez y a Carlos Rodríguez Faraldos, dos habituales en estas costas, tanto para hacer entrenamientos de larga distancia, como por competir en travesías que se disputan por aquí.
Y ellos me animaron bastante a participar, con la promesa de que no me iba a arrepentir.
Y hasta allí me desplacé, en coche, con mi amigo Ismael Aguado, gracias a cuya pericia -y a su GPS-, logramos llegar a nuestro destino, ya que el punto donde se situaba la Salida/Meta de la prueba no es fácil de encontrar si no llevas GPS en el coche. No obstante, Ismael, previsor él, se había estudiado bien el trayecto en Google Maps.
Lo complicado del recorrido y la estrechez del camino de acceso propiciaban que el aparcamiento no fuera precisamente fácil. Afortunadamente, Ismael y yo, avisados previamente por Alberto de estas dificultades, llegamos súper temprano, gracias a lo cual conseguimos aparcar divinamente y muy cerca de la salida.
El entorno es realmente paradisíaco. Aparte, el hecho de que ésta ha sido una primavera muy abundante en lluvias, ha propiciado que el pantano estuviera lleno hasta los topes y las pinadas que lo rodean lucieran en su máximo esplendor. Lo dicho, una experiencia nueva: agua dulce, pantano lleno, pinadas entre montañas.... nada habitual para un alicantino mediterráneo de la Playa de San Juan.
Primer paso, recoger el gorro y la bolsa del corredor.
Todo muy coordinado, bien organizado y con la sonrisa permanente y el buen rollo por parte de los voluntarios que nos atendieron.
Ése mismo día se disputaban tres pruebas: una infantil de iniciación, otra adulta de 800 metros para los que no quisieran hacer larga distancia, y la "prueba reina", la Travesía propiamente dicha, con una distancia teórica de 5.500 metros, aunque a mí finalmente me salieron 5.700 metros.
En esta segunda participamos 470 nadadores, según nos informaron por megafonía.
Como anécdota quiero señalar que conocimos a una familia que participaba en las tres pruebas: el hijo de 12 años en la infantil, la madre en la de 800 metros y el padre en la prueba reina, donde por cierto hizo una marca estupenda.
Una verdadera rareza, desconocida para mí, la de una familia entera participando en una Travesía.
Por supuesto, los tres llevaban el mismo neopreno: el ORCA Open Water, de mangas naranja butano, el mismo que gasté yo.
Como anécdota quiero señalar que conocimos a una familia que participaba en las tres pruebas: el hijo de 12 años en la infantil, la madre en la de 800 metros y el padre en la prueba reina, donde por cierto hizo una marca estupenda.
Una verdadera rareza, desconocida para mí, la de una familia entera participando en una Travesía.
Por supuesto, los tres llevaban el mismo neopreno: el ORCA Open Water, de mangas naranja butano, el mismo que gasté yo.
Una vez allí aprovechamos también para adquirir un gorro de la asociación "la ELA existe", de la que Alberto es un entusiasta embajador, ya que aprovecha cualquier ocasión para publicitar dicha asociación y sus fines puramente solidarios y benéficos.
El gorro es realmente bonito, con un diseño muy naïf, a la vez que da gran visibilidad para el mar por su color amarillo plátano. Prometo usarlo repetidamente para, en la medida de mis posibilidades, dar también publicidad a la lucha contra esta terrible enfermedad.
En primer lugar, sobre las 10 de la mañana, se dio la salida a la prueba infantil, con un recorrido corto, consistente en alcanzar la primera boya y volver. Apenas 50 chavalines se atrevieron a lanzarse al agua y a algunos se les vio algo indecisos hasta última hora. El chaval de la "familia nadadora" salió como un rayo de los primeros: todo un campeón.
Luego fue la prueba corte de los 800 metros, con unos 100 nadadores adultos, aunque a tenor de la velocidad que desarrollaron algunos, no eran ni mucho menos novatos en OWS.
Y una vez finalizadas ambas pruebas, se empezó a anunciar el inicio de la Travesía de 5.500, cuya salida sería sobre las 11 de la mañana.
Era el momento de empezar a prepararse. Y tanto Ismael como yo nos pusimos a la faena.
Yo estaba un poco preocupado por el tema de la temperatura del agua, porque en el Mediterráneo, a estas alturas del año, ya estamos nadando sin neopreno, pero en un pantano, en la sierra y en Ávila....
Nuestros amigos torrijeños nos aseguraban que el agua estaba por encima de los 20ºC, pero yo no me lo acababa de creer, y además, 5.500 metros son muchos metros si el frío se te empieza a meter en el cuerpo, por lo que tanto Ismael como yo optamos por nadar con neopreno, y no nos sobró a ninguno de los dos en el agua, aunque ponérselo sí que costó algo, porque el Sol comenzaba ya a calentar (cuando llegamos a Iruelas apenas había 7ºC)
Algunos valientes se atrevieron a intentarlo sin neopreno, y luego me contaban que tuvieron que sacar a más de uno del agua, a mitad de travesía, y con hipotermia.
Y yo, con esas cosas, no juego. La hipotermia es algo a lo que hay que tener muchísimo respeto.
Y yo, con esas cosas, no juego. La hipotermia es algo a lo que hay que tener muchísimo respeto.
Finalmente, nos lanzamos al agua. Yo, siguiendo mi costumbre, entré de los últimos y por un lateral, porque tengo pánico a los manotazos y a las patadas, más que nada por miedo a que me salten las gafas o el pulsómetro. No he podido superar aún la ansiedad que me causan las salidas en tropel de las Travesías...
La salida era desde dentro del pantano, no desde la orilla, a partir de unas pequeñas boyas flotantes que había colocado la organización a unos 50 metros y donde se situaron los "pro" de siempre, y algún que otro "fantasma" de los que suelen abundar en este tipo de pruebas, y que fueron rápidamente superados por los auténticos campeones.
El objetivo era bordear por la derecha una pequeña isla existente a unos 1.000 metros de la salida, para dirigirnos posteriormente hacia un largo puente existente al final del pantano, y que marcaría el punto desde el que deberíamos de retornar.
Una de las cosas que más me sorprendió desde el principio era lo turbia que estaba el agua. Uno siempre piensa que al ser agua de lluvia y en un entorno de montaña, sin contaminar, debería ser cristalina y transparente.
Pero nos encontramos un agua súper turbia, lo cual añadió un "aliciente más" al hecho a que, acostumbrado a nadar en agua salada siempre, la sensación de que "te hundes" es muy fuerte, y hace que cueste bastante "coger tu ritmo".
A mí por lo menos me costó, hasta que al llegar a la isla - una isla de cuento, por cierto, con su castillo y todo- empecé a bracear a mi ritmo habitual y a soltar los brazos, bastante agarrotados hasta entonces.
Una vez cogido mi ritmo, se trataba de llegar al puente. Y ¡caramba con el puente!, porque aunque lo veíamos a lo lejos, parecía que nunca lo íbamos a alcanzar.
El misterio de la falta de avance consistía en que estaba soplando un importante viento en contra, que hacía dificultoso el avance real. Todo aquél que piense que al ser un pantano no hay corrientes, lo tiene claro.
Porque en los pantanos hay corrientes, ¡vaya si las hay!.
Pero mi congoja era aún mayor cuando veía que, mientras yo no conseguía alcanzar el dichoso "Puente sobre el Río Kwai", multitud de nadadores ya iban retornando por la parte izquierda del pantano.
¡Glup!, pensé, "soy un paquete nadando", "pero hoy soy un paquete con plomo dentro...."
Por fin llega el puente de marras, lo traspaso por su ojo más a la derecha para retornar por el ojo más a la izquierda.
Y entonces el panorama cambió radicalmente, el viento era a favor, y la corriente -esa corriente que los profanos dicen que no existe en los pantanos, ¡ja!- empezó a empujarme.
Y yo iba encantado.
Ahí sí que empecé a disfrutar de verdad, a bracear alargando mucho en cada brazada -como de manera machacona me repite mi entrenador, Alejandro Caballero- y a deslizar, pero a deslizar de verdad.
E iba tan a gusto que incluso me permití el lujo de esprintar en los últimos 500 metros, algo que no hago nunca, porque no soy nada competitivo; pero resulta que, en los últimos metros, iba nadando junto a un "tío coñazo", que no paraba de cruzárseme y de darme por saco constantemente, y decidí dejarlo atrás espiritando.
El tío se picó y aceleró también.....aunque al final conseguí dejarlo atrás.
Bueno, bueno, la llegada fue muy gratificante, con el speaker cogiéndome del brazo y preguntándome aquello tan típico de "desde donde vienes, campeón?"; al decir que desde Alicante, algarabía general, aplausos y yo más feliz que una perdiz.
Allí estaba esperándome Ismael Aguado, que llegó nada menos que el 22º de la general y media hora antes que yo....
El pobre estaba más seco de la mojama del rato que llevaba esperando, con un Sol de justicia que caía a esas horas ya.
Finalmente, una vez duchados y vestidos, decidimos no quedarnos a la monumental paella que se estaba cocinando, porque se estaba haciendo demasiado tarde y ambos teníamos compromisos esa misma tarde en Madrid.
Luego me pude enterar por el bueno de Alberto Pérez que había hecho podio en mi categoría, un 2º puesto, y él estaba extrañado de que no me hubiera quedado a recoger la medalla.
Pero lo cierto es que como no pensé que se fuera a dar esa circunstancia, ni siquiera me molesté en consultar las clasificaciones en la Meta.
El no ser competitivo tiene a veces esos contratiempos...
Una Travesía extraordinaria, muy bien organizada, con un ambiente genial y en la que disfruté enormemente, tanto por lo diferente del entorno, en relación con lo que yo tengo costumbre de nadar, como por el trato recibido por la organización.
Y no quiero finalizar esta crónica sin agradecer muy sinceramente a Alberto Pérez Díaz sus constante atenciones y la amabilidad con que atendió todas mis dudas, que no fueron pocas.
Espero poder verlo de nuevo pronto por Alicante...
Espero poder verlo de nuevo pronto por Alicante...
Una Travesía Claramente recomendable, sin duda!
Espero que os hay gustado.
José María Galera
OWS Alicante
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