martes, 26 de julio de 2016

87ª VUELTA A LA ESCOLLERA DE ALICANTE 2016


(* Pulsando en cada foto, se puede ver a pantalla completa)

Recorrido de la Travesía, con salida en la Zona Volvo y llegada en El Postiguet

Este año se cumplía el centenario de la Vuelta a la Escollera de Alicante, que presume de ser la Travesía más antigua de España, aunque en realidad ésta es su edición número 87, ya que hubo un período en torno a la Guerra Civil en el que dejó de disputarse esta emblemática prueba.

En todos estos años transcurridos desde 1917, la prueba ha ido modificando tanto el recorrido como la distancia a nadar, conforme iba aumentando la longitud del espigón del faro del puerto alicantino. Asimismo, la Salida y la Meta han ido cambiando de ubicación, estando la salida primitiva en la Escalera Real, más tarde en la zona de las Kontiki y, ahora, en la Zona Volvo de la rada del puerto.

De hecho, cuando yo la nadé por primera vez en 2014, la salida aún se hacía desde la zona donde amarran las Kontiki (los transbordadores turísticos que hacen la ruta Isla Tabarca - Alicante). 
En el año 2015 se inauguró este nuevo punto de partida, desde la Zona Volvo, mucho más despejado de nadar que el anterior -al no tener que atravesar todo el puerto deportivo-, aunque se acorta levemente el trayecto a nadar respecto a la antedicha salida. 
La distancia que finalmente marcó mi pulsómetro fue de 4.300 metros.

El gorro es bastante soso, y nada conmemorativo

La cita era a las 10 de la mañana, quizá un poco tarde para esta zona mediterránea,  donde los vientos comienzan a levantar precisamente sobre esa hora. 

En la gran carpa blanca de la Zona Volvo nos fuimos congregando los casi 250 nadadores que nos habíamos inscrito en esta prueba desde que, hace ya varios meses, empezamos a recibir publicidad de su convocatoria a través de las redes sociales. 

Con mis amigos del equipo Hotel Bilbaíno, de Benidorm: JF, Conchi, Jordi, Fabián... 
El recorrido no es impresionantemente bonito, ni los fondos tienen la espectacularidad de, por ejemplo, la Isla de Tabarca, pero el reto de rebasar el espigón del puerto y salir a mar abierto, con importantes corrientes siempre, debería atraer, en teoría, a una tropa mucho más abundante de nadadores ansiosos de experiencias en el mar. 

El final de la prueba, en plena Playa del Postiguet, junto al Hotel Meliá, y a los pies de la Cara del Moro del Castillo de Santa Bárbara, también debería ser un  importante aliciente para aumentar la cifra de participantes, como ha ocurrido este año, donde finalizamos la Travesía apenas 205 nadadores.

Con el equipo de Natura Sport, de Elche
Una vez recogidos los gorros (que no eran exclusivos de esta Travesía, sino los genéricos que encarga la Concejalía para todas las pruebas que realiza) y marcados en el hombro con el correspondiente dorsal (238 en mi caso), procedían las correspondientes fotos de rigor con los grupos de amiguetes que nos íbamos congregando en la zona, y con los que más tarde íbamos a compartir brazadas durante un largo rato.

El aspecto del mar desde el punto de partida era inmejorable; la lámina de agua del Puerto estaba totalmente plana, aunque bastante turbia para el escaso movimiento que tiene habitualmente este Puerto de Alicante. 

Esperando la salida. Yo, con mi boya naranja, a la derecha
Como la salida era desde dentro del agua, cuando faltaban unos minutos para la hora señalada, empezamos a tirarnos al mar los participantes, pero poco a poco, para evitar caer unos encima de otros. Mientras algunos daban las primeras brazadas para calentar, el resto permanecíamos moviéndonos lo imprescindible para no hundirnos, esperando la sirena de partida del juez de la prueba.

A nuestro alrededor pululaban los kayacs, padel surfers y un par de zodiac, que nos acompañaron. La verdad es que a mí se me antojaban pocos medios de apoyo para una prueba que, aunque no contaba con demasiados nadadores, sí tenía muy diferentes ritmos de natación, como se demostró al final, ya que la diferencia entre el primer clasificado y el último fue de más de una hora, lo que hacía que la línea de nadadores se estirara muchísimo para tan pocos medios de apoyo. Mi apreciación fue cierta ya que, una vez rebasado el faro, apenas vi en ningún momento a algún apoyo. Y eso agobia un poco, la verdad; sobre todo si la mar está brava.

El juez da la salida. La Estación Marítima, nuestro primer hito, al fondo de la foto.
A las diez en punto oímos la sirena del juez de la prueba, situada en una de las lanchas zodiac, y comenzamos a nadar hacia nuestro destino. El primer hito a alcanzar era la Estación Marítima de cruceros, que está situada a unos mil metros de la salida. 

El agua estaba bastante turbia, pero no sucia; aunque estaba tan calmada que compensaba su turbidez con la tranquilidad con que pudimos ir calentando. Sobre todo en mi caso, que preciso de al menos 500/1000 metros para empezar a soltarme y nadar a mi ritmo. 

Rebasando el faro. Llevábamos 1.800 metros, y el mar empezaba a ponerse divertido
A los 17 minutos ya había alcanzado el primer hito, la Estación Marítima, los 1.000 metros, y yo mismo me sorprendí de la "velocidad" que llevaba, ya que no suelo nadar tan rápido. Pero pensé. "resérvarte, que lo bueno vendrá cuando bordeemos el faro".

Efectivamente, al poco llegué al faro. El GARMIN ya marcaba 1.800 metros y 32´y yo no me acababa de creer el ritmo al que estaba nadando. Pero entonces fue el cuando el Mediterráneo se mostró en su magnitud. El agua ya no era un plato, sino que estaba movidita (ver foto arriba). No muy movida, pero sí con una importante corriente en contra, de Levante -la bandera del Castillo nunca engaña, y y sabíamos que hacía Levante-, que nos hizo bastante la puñeta durante los metros siguientes, correspondientes a todo el brazo exterior el espigón del faro -la famosa Escollera-, que se nos mostraba en toda su longitud (unos 1.500 metros), ¡y todo su esplendor! 

¡Los 1.500 metros de la Escollera nos esperaban!

Pero fue traspasar el faro y, de pronto, se hizo la luz. El agua se volvió repentinamente cristalina hasta unos extremos insospechados. Pese a la distancia que estábamos de la orilla, ¡se podía ver el fondo del mar!, era muy impresionante, la verdad. 


Y entonces vino la primera oración: "Virgencita del Mar, ¡que no haya medusas!". Aunque también hay que decir que con lo clarísima que estaba el agua, las medusas se habrían visto en la distancia. Afortunadamente, no vimos ninguna, aunque alguna compañera no pudo decir lo mismo, y sí que se llevó un amargo recuerdo en forma de triángulo en un brazo...

La temperatura del agua era ideal, el Sol brillaba espléndido en todo lo alto, no había medusas, el agua estaba cristalina... había llegado el momento de disfrutar. De acuerdo, la corriente en contra era bastante molesta, pero es que estamos en el mar, esto es OWS, no es una piscina de agua salada...

Lo cierto es que los 1.500 metros de la propia Escollera se hicieron largos, si bien no interminables. Al fondo, el Castillo de Santa Bárbara nos marcaba el punto al que teníamos que llegar, ya que la Meta, en el Postiguet, estaba justo debajo de la Cara del Moro, y ese era mi punto de referencia todo el tiempo. Me acoplé a un grupete de 4 o 5 nadadores que fuimos a la par casi todo ese recorrido, aunque luego, cuando enfilamos la recta final camino del Postiguet, ya nos desperdigamos y no supe reconocerlos en la orilla. 

La Meta, al fondo, bajo la Cara del Moro del Castillo.
Finalmente llegamos al último giro, para encarar ya en línea recta que nos llevaría a la Meta. Mi GARMIN marcaba entonces 3.300 metros, con un registro de 1h.08´. ¡Cachis!, con la velocidad tan guay que había llevado hasta el faro, la corriente en contra me iba a fastidiar hacer una buena marca (dentro de mis posibilidades, claro, je,je,je).


Y entonces, cuando apenas faltaban mil metros para acabar, es cuando me puse yo a "echar el resto". Sabía que no iba a mejorar espectacularmente pero, una vez superada la zona de la corriente en contra, era el momento de salir de mi zona de confort y darlo todo. Así empecé a nadar lo mejor que sabía, estirando muchísimo la brazada (acordándome de mi entrenador, al que tengo siempre muy presente en mis travesías), deslizándome todo lo que podía y agitando los pies con todas mis fuerzas para evitar que se me hundieran las piernas y con ello me frenaran el avance... Y ahí fue cuando empecé a adelantar a unos cuantos, para gran sorpresa mía.

Llegada a Meta, con mi boya bajo el brazo
Ya tenía la Meta delante de mí. O más bien la intuía, porque no había arco de Meta que se distinguiera en la distancia, ni un canal de boyas que impidiera a los bañistas -tan maleducados e insolidarios-, se te  cruzaran constantemente conforme te acercabas a la orilla, haciendo que incluso llegara a chocar con un par de ellos en mi bracear. 

El ritual de la tertulia al acabar, no puede faltar
Al final el tiempo fue de 1h.25´, una marca aceptable para mí, pero que podría haber sido algo mejor de no ser por la corriente contra que nos encontramos. Pero sí que fue manifiestamente mejor que la que hice en 2015, con una mar infinitamente peor, lo que me hizo necesitar 1h.50´para llegar a Meta. Mejorar 25' en un recorrido alegra a cualquiera el alma.

El vencedor absoluto necesitó menos de una hora para finalizar, y el último nadador, precisó dos horas justas para alcanzar la orilla. Por enmedio fuimos llegando el resto de participantes, hasta un total de 205 nadadores. 

Foto "robada", pero magnífica


La prueba es bonita, el recorrido es "diferente" y, sobre todo, con una gran solera de muchísimos años, pero la organización es muy pobre,

En realidad, a las travesías vamos fundamentalmente a nadar pero, al final, todo es importante. Y si hay pocos medios materiales de apoyo, el gorro es de los chinos, la camiseta conmemorativa es de un algodón espantoso, no hay arco de Meta y en el avituallamiento te racionan hasta los botellines de agua, pues acabas pensando que preferirías pagar unos cuantos euros más y sentirte algo más arropado.

La entrega de premios, en el "podio sin podio"
Luego vino el momento de charlar con los amigos, las fotos de rigor. Y la entrega de premios. Y ahí vino la sorpresa. Porque yo, que no esperaba para nada hacer podio, me fui al coche tranquilamente a cambiarme para volver luego ya vestido y seco a continuar la tertulia. 

Y, de pronto oigo por la megafonía mi nombre, cuando estaba a cien metros del podio (bueno, es un decir, porque como veis en la fotos, no había ni podio....argggg!) y eché a correr como un poseso, para llegar justo a punto de la foto y de que se fueran el resto de compañeros. Uffff!, ¡menuda carrera me pegué!. Tercero en mi categoría. Bueno, tampoco me puedo quejar, la verdad. 

Con Agurtzane Domingo, gran amiga y campeona
A esas horas -la prueba empieza demasiado tarde, ya lo he dicho antes-, el Sol calentaba ya más de lo que solemos estar acostumbrados los nadadores OWS, que somos más bien de nadar a las 8 de la mañana para poder ir luego a tomar el café, por lo que la reunión empezó a disolverse aceleradamente. 

Era el momento de las últimas fotos, entre ellas la que tenéis justo al lado, con mi gran amiga bilbaína Agurtzane Domingo, una enamorada de estas aguas, y que participa con frecuencia en las travesías de esta zona.

"Bilbaínos Team"
Y ya, a punto de recoger y marcharnos a casa, aún nos hicimos una última foto todos "los bilbaínos" que coindimos en la Travesía, varios amigos nadadores, o bien nacidos en Bilbao, o bien con fuertes lazos con la ciudad vasca.

Una jornada agradable, y una Travesía que podría ser mucho más de lo que es si sus organizadores emplearan más medios en darle un "envoltorio" más atractivo a un recorrido que es único.

Esperemos que en 2017, en que se cumplirán los 100 años de la primera edición de esta emblemática prueba, podamos hacer una crónica alegrándonos de la positiva evolución de la misma.

Composición de David Mayo sobre mi foto robada

Espero que os haya gustado

Nos vemos en el agua!

José María Galera
OWS Alicante

miércoles, 13 de julio de 2016

III TRAVESÍA DE LA SARDINA 2016

* Pulsando sobre cada foto, se pueden ver a pantalla completa


Mi aventura en la Travesía de la Sardina, disputada el pasado domingo 10 de julio en la Ría de Bilbao,  empezó de forma casual, como suelen comenzar las situaciones que luego se convierten en más divertidas, en más placenteras...

Un día, apareció súbitamente en Facebook un post que decía, más o menos: "El C.N.Santurtzi sortea tres dorsales para la III Travesía de la Sardina, sólo tienes que darle a "me gusta" y entrarás en el sorteo..."

Y yo, más por apoyar a una joven travesía que necesita promoción y visibilidad que por otra cosa, le di al "me gusta" y, literalmente, me olvidé del asunto... 

Resultado del sorteo de dorsales: ¡Sorpresa!


Hasta que, pasadas varias semanas, a finales de mayo, una amiga me envía un privado de Facebook felicitándome por haber sido agraciado en el sorteo. ¡ Oh, sorpresa!. Nunca pensé que me iba a tocar pero, una vez llegados a este punto, me empecé a ilusionar y pensé ¿Y por qué no?.


Para mí era un salto cualitativo importante, porque nunca había nadado en el Cantábrico, muy lejos de este Mediterráneo al que estoy tan acostumbrado a bracear. Pero pensé que sería una buena ocasión de conocer ambientes nuevos, gentes nuevas y, de paso, compartir experiencias con buenos amigos nadadores que tengo por la zona. 
¡Allá vamos, Bilbao!.

La convocatoria en sí constaba de tres pruebas. 

A saber, una prueba enfocada al público infantil, de 700 metros, y a disputar dentro de la misma rada del puerto de Santurtzi; una segunda prueba, ya para adultos de 3.000 metros que, saliendo del muelle La Benedicta de Sestao, llega al puerto pesquero de Santurtzi. Ésta fue en la que yo participé.

Y, por fin, la "prueba reina", de 11,5km. que, partiendo del Museo Marítimo de Bilbao, baja por toda la Ría para acabar en el mismo punto que las anteriores, después de recorrer todos los hitos más significativos de un "monumento" de la España industrial de principios del siglo XX, como es la Ría de Bilbao. 

Además, este recorrido inspiró en su día la típica y tópica cancioncilla que todos hemos tarareado alguna vez: "Desde Santurce a Bilbao, vengo por toda la orilla..."

La Grúa La Carola, punto de partida, vista desde San Mamés
Nadar en una Ría (mezcla de agua dulce/salada) era una novedad muy importante para mí. El tema de las corrientes pleamar/bajamar también era novedosa y, por último, el agua estaba muy fría para un mediterráneo como yo, que llevaba ya varias semanas nadando a pelo (en el Mediterráneo alicantino el agua está ya a 26ºC, y en la Ría estaba a 19ºC)..... y pensé que 11,5 km. es mucha distancia para nadarlos con tantas incertidumbres por delante, como eran las antecitadas. Por eso preferí hacer la Travesía de 3.000 metros, ya habrá tiempo de hacer la larga, que era la que de verdad me apetecía nadar.

Numerosos kayaks nos acompañaron durante el recorrido

Posteriormente, tuve que añadir una variante desconocida también para mí: la turbidez del agua. La Ría de Bilbao ha mejorado muchísimo la calidad de sus aguas en los últimos años pero -donde hubo siempre queda-, el agua en la que nadamos no era precisamente agua mineral....

Comienza la Travesía larga
Afortunadamente, varios amigos -más veteranos que yo en estas lides de largas distancias OWS- sí que se decidieron por la prueba reina, por lo que tengo comentarios muy de primera mano que han servido de apoyo para esta crónica. 

A las 9,45 se dio la salida desde la Grúa La Carola, situada frente al Museo Marítimo de Bilbao, para los valientes que había inscritos en la prueba de 11,5km., cuyo cupo de participantes estaba limitado a sólo 100 nadadores, por motivos de seguridad. Aunque inicialmente fueron 98 los nadadores inscritos, finalmente fueron 89 los que se tiraron al agua. Y acabaron todos 

En esta prueba el neopreno era voluntario, toda vez que el domingo pasado el agua estaba a 19ºC, ligeramente por encima de los 16ºC que la organización marcaba como mínimo para no hacer obligatorio el neopreno. Consecuentemente,  hubo varios valientes que se atrevieron a nadarla a pelo. ¡Menudo reto!


Y los espartanos nadadores empezaron a bracear camino del primer hito de la travesía: Deusto y el puente de Róntegui, un gigantesco viaducto entre Barakaldo y Erandio que alcanza una altura de nada menos que 45 metros sobre la pleamar de la Ría,  y con la mente puesta en su destino final: el puerto pesquero de Santurtzi.

Los nadadores, Ría abajo, dirección Santurtzi
Sobre las 10,30h. nos dieron la salida a los 187 participantes inicialmente inscritos en la travesía de 3.000 metros, desde el muelle "La Benedicta" de Sestao

Los nadadores fuimos bajando poquito a poco por una rampa a una plataforma flotante -que, en varios momentos parecía que se iba a hundir antes la acumulación de nadadores- y nos lanzábamos al agua, desde donde se nos daría la salida oficial mediante un bocinazo. 

En esta prueba, por contraste con la travesía larga, el neopreno no estaba permitido; yo estaba un pelín asustado con este extremo, porque no sabía como iba a reaccionar mi cuerpo al agua a tan sólo 19ºC, una temperatura excelente para los "chicharrones del Norte", pero algo fría para los "blanditos del Mediterráneo", como yo. 

Y tengo que decir que al principio no lo pasé bien. Más bien motivado por la presión sicológica de: agua fría + agua turbia + corrientes desconocidas, que porque la cosa estuviera realmente mal. 

Pero lo cierto es que, poco a poco, el cuerpo se fue aclimatando a la temperatura del agua y, cuando llevaba unos 800 metros, ya había dejado de pensar en ello. 
Por otra parte hacía un Sol espléndido, lo cual ayuda bastante a aumentar la sensación de confort térmico; aunque la temperatura del agua sea la misma, lo cierto es que el Sol ayuda a sentir menos frío. 

Momento emoción, pasando debajo del Puente Colgante
Y allá, a lo lejos, ya empezamos a divisar el Puente Colgante de Portugalete, uno de los hitos arquitectónicos más importantes de todo el recorrido, y un monumento industrial de primer orden, con más de 120 años de antigüedad funcionando ininterrumpidamente para cruzar a público y vehículos de la Margen Derecha a la Margen Izquierda y viceversa. Sólo dejó de prestar servicio durante un periodo de tiempo en la Guerra Civil, según me aclaró mi Pigmalión particular sobre la Ría, Germán Zubiaur.

La experiencia -inaudita- de poder pasar nadando por debajo de un hito arquitectónico semejante, hacía que se aceleraran las pulsaciones... Emoción, excitación, y ¡más brazadas!

Cuando estuve justo debajo del puente, con la barquilla de los vehículos pasando por encima de mi cabeza, tuve la curiosidad de dejar de bracear y pararme a contemplar el espectáculo. Era una ocasión única y quizá irrepetible. No todo el mundo puede contar esa experiencia. Y entonces, sólo entonces, fue cuando percibí cómo la corriente me arrastraba hacia el mar. Fue una sensación extraña, por desconocida para mí. 

Luego supe por Paco Zubiaur, uno de los piragüistas que nos acompañó en la travesía que, precisamente, en la zona del puente, las corrientes son más fuertes de lo normal, ya que en el resto del recorrido no las percibí de forma tan notable. 





Estábamos ya a la mitad del recorrido y se avistaba a lo lejos el muelle del puerto pesquero de Santurtzi, dentro de cuya rada teníamos la Meta. 






La emoción se fue haciendo más y más fuerte. ¡Qué nervios!. Estaba finalizando mi primera travesía cantábrica, ya no sentía frío, ya no me importaba la turbidez del agua (al menos aquí no hay medusas, pensé)....¡La excitación por llegar era cada vez más intensa! ¡Tenía el corazón a full!

La rampa del Puerto Pesquero de Santurtzi, donde estaba el arco de Meta

El espigón con la imagen de la Virgen del Carmen

Finalmente, el pequeño puerto pesquero de Santurtxi nos recibía con los brazos abiertos; el espigón con la imagen gigante de la Virgen del Carmen nos daba la bienvenida y la megafonía iba anunciando, uno a uno, los nombres de nadadores que íbamos subiendo, lentamente, pero eufóricos, la rampa de Meta. 
¡Bufffff!.... ¡Objetivo cumplido!

Lo que marcó el pulsómetro cuando recordé pararlo
Yo estaba muy, muy emocionado. Y muy contento. Tan emocionado y tan contento, que se me olvidó parar el pulsómetro y también mirar el reloj de la Meta. Todo era postureo para el fotógrafo de la prueba, que se enganchó de mi cara de felicidad, y no paraba de echarme fotos....je,je,je.

Se daba la circunstancia de que, cuando me inscribí por Internet, avisé de que llevaría mi propio chip amarillo para controlar mi marca. Pero lo cierto es que, cuando fui a recoger el dorsal y el gorro, me di cuenta de que mi maravilloso chip amarillo se había quedado en Alicante y el gorro numerado que me daban estaba asociado a dicho chip. Total, que tuve que nadar sin chip. ¡¡Glup!!. Un fallo de pardillo, pero de pardillo total.


Por todo ello, al final, no pude saber la marca que realmente hice, sino solo el tiempo aproximado, que es el que aparece en la foto, y que corresponde a cuando ya había subido toda la rampa y me di cuenta, de pronto, de que el pulsómetro seguía corriendo y yo había acabado hacía rato. ¡Cachissss! ¡Joderrrr!

Pero lo importante para mí no era la marca -al final no iba a hacer podio de ninguna de las maneras, porque no había premios por categorías de edad, sino sólo la clasificación general por sexos-, sino las sensaciones al llegar a Meta. 


Muy contento, muy emocionado y, sobre todo, ¡con ganas de más!.

No puedo disimular la cara de felicidad

Apenas tuve unos minutos para cambiarme y volver de nuevo al arco de Meta, para poder ver a los primeros espartanos de la Travesía Larga, que ya se anunciaban por megafonía. 

El primero en traspasar el arco de Meta fue el donostiarra Jaime Caballero, con un registro de 2h.01´, batiendo el récord de la Travesía. Se da la circunstancia de que este campeón guipuzcoano ha ganado las tres ediciones que se han disputado hasta ahora de la Travesía de La Sardina, lo cual da una idea de su nivel y de la velocidad que desarrolló,  ¡nada menos que 10´33"/km.!  ¡Ahí es ná! 
Bien es verdad que la corriente ayudaba bastante, pero es innegable que el ritmo que llevó fue endiablado

Rebeca Santos entrando en Meta



En féminas la vencedora fue mi amiga y compañera la gran Rebeca Santos, del C.N. Máster Torrijos (Toledo) con un registro de 2h.09´, y que cuenta sus victorias por participaciones, ya que en todas las pruebas en las que la he visto nadar, ha sido ella la fémina vencedora. Llegó en 5º lugar de la general. 


Se daba la circunstancia de que la tarde antes había resultado vencedora de otra travesía de 5.000 metros en el Río Pisuerga, en Valladolid, con lo que en apenas 12 horas subió al podio en dos ocasiones. ¡Impresionante Rebeca!

Alberto Pérez, siempre sonriente, en arco de Meta

Del mismo Club Torrijos participó también mi buen amigo y compañero Alberto Pérez Díaz, con un  registro de 2h.19´ y que llegó en 17ª posición de la general, con su característica sonrisa de oreja a oreja.


Germán, cansado pero muy contento, entrando en Meta



Pero la gran sorpresa -para mí- fue ver entrar a mi gran amigo Germán Zubiaur, que llegó en 11ª posición, con un registro de 2h.13´
Germán es un veterano campeón de natación en piscina del País Vasco, ganador de numerosos trofeos en su época juvenil, y que había participado hasta ahora en alguna travesía menor, pero que se enfrentaba por primera vez a un reto de esta envergadura. 

Nadador tenaz y concienzudo, había estado entrenando bastante en piscina, aunque quizá menos de lo que le hubiera gustado, con alguna tirada de hasta 6.000 metros en piscina de 25 metros -entreno duro donde los haya-, con el objetivo de preparar la prueba; tan sólo un par de días antes de la travesía, había hecho un único entreno en mar, de apenas 3.000 metros, en el que el neopreno -prestado, por cierto-, le había producido importantes rozaduras en el cuello al no haber utilizado vaselina, más por falta de costumbre que por olvido.

Y el muy cabrón -con perdón-, va y llega a apenas 10´ del vencedor y como si tal cosa, dejándonos a todos con la boca abierta.... 
No pude por menos que darle un inmenso y emocionado abrazo de enhorabuena por su gesta. ¡Asombroso Germán!
Con Germán Zubiaur, muy contentos los dos, después de su "hazaña"
Para los que somos unos paquetes nadando, hazañas como las de Germán son las que de verdad nos hacen admirar a ciertos deportistas que, además, no le dan ninguna importancia al hecho. 

Y, poquito a poco, fueron llegando, en lento goteo, el resto de nadadores de la Prueba Larga, hasta arribar el último de ellos,  en el puesto 98, y que necesitó 3h.40´ para completar el recorrido; llegó escoltado por dos zodiac y varias piraguas, recibiendo una cerrada ovación del numeroso público asistente. 
El año próximo, si participo, me veo yo de nadador nº 99... Bueno, al menos tendré un buen aplauso por llegar el último. ¡Arggg!


Todos lo finishers recibieron como recuerdo un pañuelo típico de las fiestas de Santurtzi -en honor a la Virgen del Carmen, como no podía ser menos en un pueblo tan marinero-, con un grabado conmemorativo de la prueba. 



Quiero significar especialmente el abundante público reunido tanto en el muelle del puerto pesquero, como en diversos puntos del recorrido por la Ría, máxime teniendo en cuenta que no era una prueba masiva en participación, ni mucho menos.

Los vencedores absolutos de la Travesía

También fue muy notable el importante  despliegue técnico y humano desarrollado por el C.N. Santurtxi, con su Presidenta Arantxa Arteche al frente, que estuvo en permanente control de todo lo que acontecía. 


La organización fue impecable, teniendo en cuenta la juventud de la Travesía y, sobre todo, que el número de participantes no era especialmente importante, apenas 300  nadadores entre las dos pruebas.
Pero los kayaks, las motos de agua y las zodiac nos fueron acompañando durante todo el recorrido y en ningún momento nos sentimos desatendidos.
Y al llegar a Meta, el avituallamiento fue muy muy abundante y variado. 
El impresionante equipo de voluntarios en Meta del C.N.Santurtzi
Mis felicitaciones más sinceras al C.N. Santurtzi por toda la organización y desarrollo de la Travesía de la Sardina

Al finalizar la prueba se procedió a la entrega de trofeos y obsequios donados por algún patrocinador, como WIME, una reconocida marca de ropa para nadadores con sede en el País Vasco, que obsequió con artículos de su enseña para los ganadores de cada prueba, tanto en la categoría masculina como en la femenina. 

Finalmente, llegó el momento de las fotos de rigor, con amigos y conocidos, y como recuerdo imborrable de una jornada muy emocionante y que tenemos ganas de repetir pronto.

Rebeca, Alberto y yo contra la ELA


Yo también aproveché para hacerme una foto con Rebeca Santos y con el gran Alberto Pérez Díaz, embajador en cada travesía en la que participa de la lucha contra la ELA, terrible enfermedad a  cuya existencia procura dar toda la visibilidad posible, para concienciar a la gente de la importancia de la lucha contra sus devastadores efectos.  


En resumen, una prueba a la que hay que volver, y en la que os aconsejo muy vivamente participar si tenéis ocasión, porque no os va a decepcionar, en cualquiera de sus dos variantes, la de 3.000 metros que yo he hecho este año, y la de 11.500 metros, que queda para mí como reto a superar el próximo año.

Mónica Sellarés, Paco Zubiaur, Germán Zubiaur, José María Galera y el gran Asís Zubiaur
Y finalmente, no puedo dejar de agradecer el apoyo tanto logístico como emocional que, en todo momento, me ha prestado mi "familia vizcaína", los Zubiaur Sellarés, que estuvieron constantemente pendientes de mí, de apoyarme y de asesorarme en todas las dudas que me iban surgiendo. 
Sin su apoyo permanente y su cariño, todo hubiera sido mucho más difícil para mí.
¡Gracias de corazón, familia!

Y nada más. Espero que os haya gustado

Nos vemos en el agua!

José María Galera
OWS Alicante